Los vestigios de una jornada de terror

Los vestigios de una jornada de terror: las monedas fundidas de la Basílica Emilia

Han quedado unas extrañas manchas circulares en el pavimento marmóreo de las ruinas de la Basílica Emilia en Roma, que luego de arduas investigaciones, pudieron ser identificadas como monedas fundidas, y fueron datadas con precisión en los comienzos del siglo V d.C.

En el momento del desastre, las monedas cayeron por montones en el suelo y no pudieron ser recogidas, ya que el suceso, al parecer, se dio en medio de corridas y momentos de tensión, y de peligro de muerte.

Un incendio voraz consumió todo, y las monedas, solas, en puñados, o en bolsas de cuero, fueron presa de las llamas y se fundieron en el pavimento, al punto de que hasta el día de hoy se pueden apreciar las sombras o vestigios que de ellas quedaron, como manchas de metal que calcinó el mármol y quedó como un mudo testimonio terrorífico de una jornada que seguramente no podemos imaginar, por las carnicerías terribles que tuvieron lugar en toda Roma.

Se ha situado el acontecimiento infausto identifícándolo con el espantoso saqueo que Roma sufrió en el 410 d.C., cuando las hordas de Alarico tomaron por sorpresa a la ciudad.

Lo interesante es que hayan sido unos puñados de monedas el único o el más elocuente resabio que nos relata los incendios, las fugas, las precipitadas correrías, durante las cuales, seguramente, muchos de los comerciantes que cambiaban divisas en sus bancos de la Basílica Emilia fueron degollados, y no es difícil formarse una imagen mental de esos momentos de terror, con dagas cortando gargantas y manos desfallecientes intentando aferrar bolsas de cuero con monedas, que finalmente se fundirían en medio del fragor de las llamas, en dicha Basílica.

Testimonios que el fuego ha dejado, paradójicamente, congelados, como quedaron petrificados por la sorpresa de la furia del Vesubio los cuerpos de los infelices que sucumbieron en Pompeya…

Una fotografía cruel e involuntaria, ironía del destino, que ha quedado grabada en el mármol, y que no podría equiparar a su vivacidad ninguna instantánea de periodista de hoy…

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