Carta (tan luego)

Erase una vez un cambio, bueno por donde se lo mire.
Erase un trueque que aparejaba cuatro monedones de plata (señoras monedas, diría mi abuela); antiguas, bien tratadas y llenitas de historia.
Erase una operación que requería el sacrificio de una cuantas piezas más o menos exóticas, de un bello dinero peruano -con un insignificante lunar de plomo- y, acaso lo peor, de media docena de centavitos de a dos, de la época del patacón… :'(
Y, érase, finalmente, que este buen señor que acumulaba ventitantas apreciaciones positivas, desbarranca estrepitosamente con acusaciones de incumplimiento, estafa y, lisa y llanamente, robo.

Y en fin… a partir de ahí, temerle al cartero como a las suegras, hacerse un pordiosero de familiares, amigos y hasta clientes viajeros, improvisar un doctorado en arqueología, rebuscando en latas, cajitas y tachos de ferias y cambalachitos, hasta que las heridas cicatricen…

Después de siete meses de abstinencia, entonces, esta semana el cartero capituló, haciendo las pases con un aviso de visita. Escasos minutos después de hallado el bendito papelillo, tenía la oportunidad de hacerme de las siguientes piezas (enviadas en tiempo y forma, y rigurosamente presentadas) por un coleccionista veneciano…

El recuento es breve, por el material y por su especie: una muy bella monedita austríaca (con muy bien llevados doscientos años), 1 penny de 1920 (no lo tenía), una monedita de 10 filler húngara de 1915 (tampoco la tenía) y, claro, seis centavitos de a dos (que si bien no son aquellos, ayudan a cubrir los espacios vacíos) 😀 .

Por lo demás, no mucho.
Estoy en tratativas para arrancar el año con algún nuevo canje y, si bien no me he reconciliado con el sistema (no se me ocurre, ciertamente, alternativas al de puntuación que caracteriza a Colnect y Numista, pero…), sigo siguiendo (parafraseando a los maestros).
Como siempre, gracias por pasar, gracias por el tiempo y gracias por comentar.
Abrazo grande y buena semana.